07 Sep Las fake news y su impacto en los medios de comunicación
Por: Alejandra Boada
Corresponsal en Madrid
La comunicación tecnológica avanza a pasos agigantados. Somos testigos de una comunicación más amplia, rápida y abierta, donde cualquiera puede ser un comunicador y donde las personas receptoras de información son mucho más selectivas. Pero este flujo constante de información, creado y recibido por una gran diversidad de actores, incrementa el riesgo de la información errónea o falsa, creada tanto de manera involuntaria como deliberada. Esta es la llamada “fake news”, creada intencionalmente con un objetivo concreto: cómo influir y manipular la opinión pública, por ejemplo.
Las “fake news” no son nuevas, pero han tenido más notoriedad en los últimos años. Acordémonos de las tácticas de Donald Trump durante las elecciones de Estados Unidos en 2016. Son fáciles y rápidas de propagar y su impacto puede poner en riesgo importantes aspectos sociales. De la mano de los grandes avances en inteligencia artificial surgen también los deep fake, imágenes o vídeos modificados, que pueden por ejemplo cambiar la voz o cara de las personas, y así atribuir acciones a personajes públicos.
De esta manera, las fake news y los deep fake atacan la credibilidad de los medios de comunicación tradicionales, obligándolos a demostrar una y otra vez la veracidad de su información. Evolucionan y se transforman y, en ciertos casos, es cada vez más difícil para el público detectar contenidos falsos o modificados.
Incluso, somos testigos de cómo políticos o personas de influencia ponen en duda información verídica cuando ésta no favorece sus intereses o les resulta incómoda, tachándola como falsa. Esto se vuelve peligroso cuando atenta contra la integridad de las personas, manipulando, por ejemplo, la opinión pública o teniendo un impacto negativo en la salud. Esto lo hemos podido observar durante la pandemia del COVID 19 o durante las elecciones electorales.
La desinformación atenta contra el derecho de las personas a buscar y consumir información libremente, información verídica y contrastada. Además, puede incrementar la hostilidad, la exclusión e incluso los crímenes de odio hacia ciertos colectivos, así como perjudicar la reputación personal u organizacional, causar pérdidas económicas, sufrimiento y fomentar los enfrentamientos y las enemistades.
Los creadores o propagadores de la desinformación buscan las 8 Ps: el periodismo deficiente, la parodia, el provecho, la provocación, la pasión, el partidismo, el poder o influencia política y la propaganda. Se aprovechan de nuestra emoción y exaltación, lo que hace que compartamos contenido de manera frecuentemente irracional. Un clic y participamos en la proliferación de noticias que deliberadamente buscan desinformar. Según un estudio de MIT[1], las noticias falsas tienen un 70% más de probabilidad de ser compartidas en redes sociales que las noticias reales y contrastadas.
En este escenario de desconfianza, las agencias de comunicación y de relaciones públicas tienen un papel fundamental: verificar. La verificación de datos es uno de los procesos intrínsecos que deben realizar las agencias. Son ellas las que, en ese proceso comunicativo desde que se crea hasta que se envía un mensaje, deben intervenir. Tienen la responsabilidad de educar, alertar y difundir mensajes y noticias verídicas y contrastadas. Por ello, cuando se convierten en asesoras de promover todo tipo de noticias -ya sean de temas corporativos, gubernamentales, empresariales, privados, etc.- deben tener en cuenta su “código ético”.
En definitiva, son las encargadas de demostrar que el periodismo de calidad es, hoy, más necesario que nunca.
Por eso, pregúntate la próxima vez que compartas algo en tus redes a raíz de un impulso o emoción, si estás siendo partícipe de un ciclo de desinformación que pone en evidencia el rigor informativo, la verificación y la profesionalidad de los y las comunicadoras.
*Un contenido del grupo Asesores, agencia internacional de relaciones públicas con oficinas en Madrid y Lima.
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